Comentario
Las actividades comerciales más relevantes se llevaron a cabo en ciudades o núcleos urbanos costero-portuarios o con puertos fluviales, donde por regla general existían comunidades de gentes de origen oriental. Hemos analizado ya el heterogéneo mapa poblacional de la Península Ibérica durante los siglos VI y VII y hemos apuntado la importancia que jugaron los orientales en la llegada de productos venidos de otras zonas del Mediterráneo. Cabe ahora tratar cómo se desarrolló este comercio y cuáles fueron las estructuras que lo hicieron posible. Este análisis es posible gracias a las fuentes textuales, la legislación escrita, así como los restos epigráficos y los materiales fruto del comercio, y muestra además que las redes de comunicación durante todo este período no desmerecen las de épocas anteriores, sino bien al contrario, perpetúan una tradición común al Mediterráneo oriental y norteafricano.
El comercio de ultramar estuvo en manos de los transmarinii negotiatores, que por regla general eran judíos y, sobre todo, sirios. La organización de este comercio, basada en la institución de características orientales de los transmarinii, estaba regida por el derecho marítimo de origen romano y no por una legislación propiamente visigoda. Es decir, aunque la legislación relativa al comercio de ultramar aparezca en las Leges visigothorurn, ésta estaba ya contenida en el Codex Theodosianus. Si bien existió un amplio comercio mediterráneo establecido entre las costas orientales, norteafricanas y las occidentales debido a que la mayoría de comerciantes eran -tal como decíamos- orientales, también se sabe por los textos que existió un flujo comercial de norte a sur, establecido a partir del tráfico marítimo o la red viaria terrestre. A los mercados organizados en territorio franco acudieron también los comerciantes hispánicos. En las Etimologías (XV, 2, 45) Isidoro hace una breve descripción de estas actividades, que resulta de interés por la información que se extrae:
"La denominación de mercatum deriva de commercium, pues en él se acostumbra vender y comprar cosas. Del mismo modo se llamo teloneum al lugar en que se descargan las mercancías de las naves y se paga el sueldo a los marineros. Allí se sienta el cobrador de impuestos, que fija el precio de los artículos y lo anuncia en voz alta a los vendedores".
De ello y de las leyes se deduce que un papel importante en la jurisdicción lo tuvieron los telonarii, también denominados vectigalia exactores, cuya función principal era la recaudación de impuestos, pero entre sus actividades se les ha atribuido a veces la función de jueces en los litigios comerciales surgidos en estos puertos costeros o fluviales. Es muy probable que, además de las mencionadas funciones fiscales, tuviesen la carga de fijar los precios de los artículos.
Un hecho importante, dentro de lo que son las actividades comerciales, es el momento de celebración del conventus mercantium, que era la reunión de mercaderes para celebrar mercado en el foro o plaza de ciudades o núcleos semiurbanos. Comerciantes y población se desplazaban desde los diferentes puntos de hábitat para participar en la compraventa.
Queda ahora por saber cuáles eran los productos que, gracias a estos mercaderes orientales y las diferentes rutas marítimas, llegaban a los diversos lugares comerciales. Es muy probable que el comercio más relevante fuese el de los tejidos, particularmente las sedas bizantinas y el de los metales como el oro, la plata y el bronce, además de elementos ornamentales marmóreos. También debieron formar parte los productos de carácter secundario, es decir, aquellos que no constituían la parte principal del cargamento, como por ejemplo, las especias. El comercio en sentido inverso, es decir de Occidente a Oriente, tuvo también sus productos comerciales, como por ejemplo, el esparto, el garum o los caballos hispánicos, que tanto aprecio tuvieron a lo largo de la Antigüedad y que siguieron siendo transportados a la pars orientalis en épocas tardías.
Las ciudades portuarias eran puntos neurálgicos de las actividades comerciales, pero también los otros núcleos urbanos fueron focos de atracción para la población libre especializada en diversas actividades, esencialmente artesanales. En estos ámbitos urbanos encontramos una gran cantidad de individuos libres, aunque no exclusivamente, dedicados a una profesión, originando así una gran actividad ciudadana. Cada una de estas especializaciones se reunía bajo la forma de gremio, collegiatus. Destacan los artesanos, toreutas, orfebres, herreros, arquitectos, ingenieros, escultores, canteros, picapedreros, carpinteros, chamarileros, curtidores, tejedores, tintoreros, médicos, maestros, etcétera.